sábado, 24 de marzo de 2012

Primer día de Restaurant.

Lo admito, nunca he trabajado como mesera. Otra cosa es que en cumpleaños y juntas varias tenga ese maldito complejo de ir retirando los vasos que no se usan, los platos sucios y los ceniceros que tienen una montaña perfectamente equilibrada de colillas. En verdad, solo lo hago por el o la dueña de casa; para ahorrarle el ojo saltón cuando se retiren todos los invitados y la alborada dorada permita dimensionar la magnitud de los daños; para evitarle el “¿Por dónde parto limpiando?!!!” Seguramente se estarán preguntando por qué estoy transmitiendo de esto y he aquí la razón: Partí con Taller de Restaurant. Les juro que, de solo pensar en ello, me tiemblan las manos. No es terrible, nadie me dio un latigazo ni me mando a servir la mesa del Presidente, simplemente mi mano no da para llevar tres platos al mismo tiempo!!!

El taller parte con los nueve proyectos de meseros-alumnos con sus ”disfraces de restaurant” en una sala donde se realiza un breve repaso de la atención que deberemos hacer en el día y se aclaran dudas. Luego de ello, un descanso de unos diez minutos y, a continuación, las ovejitas nos juntamos en el Restaurant para comenzar las actividades que previamente se nos han asignado. El martes pasado me tocó ser garzona y realizar el servicio de cubiertos al inicio y al final del turno ¿Qué significa ello? Limpiar cada uno de los no sé cuantos cubiertos con una mezcla de agua y vinagre de vino blanco con un paño inmaculado hasta que la platería quede brillante. A otros compañeros les asignaron copas (Pobres, pobres pobres!!! Cuesta demasiado sacarles todas las manchas!!!), otros montaron las mesas, se deleitaron con el arte del llenado del salero y el pimentero, otros limpiaron los platos de metal, dispusieron floreros… Dios! Hasta el mantel debe ser colocado de una manera fi-fi que me enerva ¡¡¡Todo el mundo estira el mantel en el aire y luego lo centra!!! . No voy a discutir lo pre- establecido. Todo debe tener una razón de ser y yo, probablemente, no lo veo… Aunque lo del mantel lo encuentre una soberana siutiquería!

Una vez realizadas todas las labores de preparación para abrir las puertas del restaurant, nos toca revisar el menú pues, mientras nosotros realizamos nuestras labores podemos ver, a través de los ventanales, como corren todos en la cocina a unas temperaturas que ya las quisiera el mismo caribe. Escriben el menú y todas las ovejitas tomamos nota mientras nos salen los colmillos. Escribimos las opciones de aperitivos, vinos, bebidas, jugos y otros porque francamente, y por ser nuestra primera vez, no tenemos idea que hay en stock. A mí a esa altura ya me tirita la mano. La hora de atender se acerca y yo no me siento preparada. Estoy segura que quemaré, romperé un plato o derramaré algo a un cliente. Respirar profundo una y otra vez es el mantra ¿No?

Tenemos todo listo, puestos asignados y nos indican que, a partir del medio día, podemos optar a un almuerzo en el casino y que debemos reportarnos a las una y cuarto para comenzar la atención. Solo puedo decir que fue pésima idea haber almorzado!!! Los nervios me armaron un nudo en la garganta y lo poco que comí se mantuvo ahí, endemoniadamente ahí, hasta que llegó la hora fijada e iniciamos la atención. Hubiese sido gracioso hacer una escena como el Exorcista en frente a los clientes ¿Cierto? Jajaja! De solo pensarlo me rio. En verdad ahora me rio, en ese momento tenía esa sonrisa de médico… ya saben, cuando te dicen “quédese tranquila-nerviosa”. Hasta llamé a mi mamá con voz de hipo buscando esa tranquilidad que solo las madres saben dar a sus polluelos en momentos difíciles... En fin, para acortarles un poco el cuento, llegaron dos de las tres reservas de mi mesa. Dos señores de aproximadamente unos cuarenta años vinculados al área gastronómica por su charla, muy amables que soportaron varias interrupciones de mi profesora corrigiéndome. Desde cómo retirar el plato con el cuchillo de pan, cómo servir los platos, cómo cargar con ellos y, lo más importante, cómo no matarme en el intento. Lo de los platos me supera, no me los puedo. Piensen que cada plato pesa aproximadamente un kilo y a ello debe sumársele el contenido. Ahora multiplíquenlo por tres. Es una brutalidad! Gracias a Dios que un mi profesor de cocina del año pasado estaba de Chef en la cocina (en verdad estuvo con nosotros dos semanitas y lo cambiaron pero para mí sigue siendo mi primer profesor!) Se acordaba perfecto de Manuel y de mi –eso es muy bueno, no? Nos estamos haciendo notar!- Muy dulce él al vernos tan nerviosos, nos pegó las copas de los postres al plato con glucosa porque, sin ese detalle sublime, el estupendo mousse de frutillas con aquella deliciosa salsa en copas de martinis hubiesen volado en cámara lenta sobre las mesas buscando alguna víctima poco versada en el arte de esquivar objetos voladores… Probablemente, alguien con lentes que solo estuviese concentrado en como comer correctamente las verduras salteadas de su plato para que éstas no escaparan por el mantel jiji!

En fin, tras varias correcciones, una compañera que rompió un plato, las burlas de la mesa de seis hombres a una de mis compañeras que la subieron al columpio y no la bajaron más, un leve retraso de platos, la chica del bar que sonreía tranquila desde su isla nada-me-inmuta-aquí-muajaja, la Maitre que se aburría un poco después de que llegaron todos los clientes sin saber qué hacer, los runnings que se volvían locos acarreando platos con cubiertos voladores, las sopas que llegaban a la mesa y no se había cambiado el tenedor de la entrada por cuchara y las botellas de vino espumante que se abrían como volcanes en erupción, el servicio de restaurant al fin acabo.

Mis clientes se despidieron de mi muy agradecidos (no sé de qué!) hasta con beso en la mejilla. Me salió de corazón prometerles que la próxima vez lo haría mejor. La verdad, no sé cómo podré cargar platos, ignoro cómo lograré equilibrar dicho peso pero no me la va a ganar. Sé que lo conseguiré!

Cuando el lugar quedó vacío hubo un suspiro largo generalizado. ¡Habíamos sobrevivido! Yujuuuu! Ahora debíamos hacer nuevamente la misma labor de un principio, en mi caso, volver a dejar todos los cubiertos relucientes, contados y ordenados. Ya eran pelos de la cola y el trabajo se pasó rápido entre burlas y risotadas.

La moraleja de la historia, en mi caso, fue valorar aun mas las labores de los meseros, los runnings y los que cocinan para mí cuando voy a un restaurant. No es solo que te atiendan; el trabajo que hay detrás antes de que me siente a la mesa es enorme. Creo que jamás he denigrado este tipo de trabajos, siempre doy las gracias a quien me sirve pero recibirlo ahora, del otro lado de la trinchera, fue aun mas gratificador que el visto bueno de mi profesora. Así que ya saben, esa persona que los está atendiendo lleva horas ahí realizando múltiples labores para que sus mesas estén prestas para un buen servicio y ustedes disfruten de un agradable momento. Sonrían, den las gracias y despídanse de quien los atiende… un pequeño gesto puede hacerle el día a esas personas.

domingo, 18 de marzo de 2012

El peso del estudio.


Y aquí voy!!! Segundo semestre y 1/6 del tercero ya que estoy adelantando un ramo. ¿Qué tal la vuelta a clases? Ruda. Sigo levantándome feliz pero la espalda la tengo absolutamente contracturada por el peso de la mochila (23 kilos y medio la última vez que la pese sin contar los cuchillos que se cargan en bolsito aparte). ¿Alguno de nuestros profesores pensará en ello? ¿Alguien de administración? Porque de verdad que me duele hasta las uñas!!!

Parto relativamente bien las mañanas pero, hacia el final del día, ya ni me muevo. Arrastro mis patitas y hasta la escalera de mi casa en la noche se ve como una tortura ridícula que debo cruzar para librarme del “caparazón”. No es broma. Viva el paracetamol porque soy alérgica a la mayoría de los relajantes musculares. Necesito un quiropráctico que haga sumo para que me estire, me reestructure, no se…para que haga lo que tenga que hacer para que yo sienta que tengo cuerpo de nuevo y no un desparramo de huesos que pareciera que no encajaran!!! ¿Será igual en todas partes del mundo? ¿Tanto peso en la espalda en gastronomía? Me dijeron que me comprara una maleta con rueditas, que era “santo remedio”; yo aun tengo mis dudas de quién entraría, si la maleta o yo, en el metro en hora punta. Sospecho que las dos en ningún caso. Si las personas pasan sobre un coche con un bebe en él, ni pensar en mi maleta…!!!

Así que ya termina este domingo y mi caparazón ya está lista para mañana. No sabia que el peso del estudio doliera tanto!