Debería ir a dormir
pero no puedo. Acabo de terminar los pedidos de mañana y me siento impregnada a
vainilla y chocolate mientras bebo un té y contemplo la pantalla.
No he escrito porque
literalmente, solo he corrido. Fueron dos semanas del terror, llenas de
pruebas, pedidos, de estrés, risas nerviosas y una buena cuota de lágrimas -cortesía de
mi prueba adorable de nutrición-. Ese día de la
prueba en cuestión, tuve 3 en total: Tecnología de cocina y pastelería II a las
13:45, nutrición a las 15:15 y francés a las 17:00. Una delicia de maratón. La verdad de las cosas
es que tecnología no me urgía tanto; un par de leídas y para más no daba el
tema pero nutrición… ufff!!! Qué diablos hago yo con 90 páginas de “blablablabla
aminoácidos, blablablabla proteínas, blablablabla fibra dietética?” Una semana
completa estudiando esas 90 páginas! Rendí la prueba de tecnología en 10 minutos
(esta vez me acordé de ir formal jeje) y salí al patio tiritona con los apuntes
de nutrición en mi mano izquierda y mis dedos de la mano derecha incrustando mi
cruz de la suerte en la palma de la mano. Alguna vez les contaré la historia de
mi cruz pero he de confesar que no se despega de mi, hasta cuando estoy en
taller de pastelería o cocina donde no debemos usar accesorios, mi cruz
descansa en el bolsillo izquierdo de la chaqueta haciéndome sentir protegida.
Sale Manuel al rato de
tecnología y me dice que tenía dudas con algunas justificaciones de falsas “¿Había
que justificar el ítem de verdadero y falso?????!!!” Oh oooh. Ni lo ví! Holy
crap! Un amigo imaginario susurró que esto solo comenzaba…!!!
Maldita prueba de nutrición
que me tenía con parkinson. No quería darla, me negaba rotundamente a ello.
Manuel intentó calmarme pero yo ya solo reía nerviosa y cambiaba a
seria-me-estoy-sentando-en-la-pica-porque-no-sé-nada. Mal. En eso veo pasar a
la profe de nutrición en el patio y sé que la llamé. Ella se sentó junto a mí y
empecé a disparar dudas. En ese atropello de frases (que sé que sonaban
bastante inconexas) me reía en cortocircuito. Entre los dos intentaron calmarme
pero yo ya estaba en etapa de hiperventilación! Anticipaba el fracaso, prácticamente
lo olía en el aire!!! Así como dicen que los perritos huelen el miedo. Yo tenía un
nuevo super don!!!
Me senté en primera
fila en nutrición y recibí la prueba. Jamás reviso las pruebas completas antes
de responder porque, si hay algo que no sé, me pone neura. Aferré mi cruz de la
suerte, di una última plegaria roedora y empecé a contestar. “Esta no la sé,
esta no estoy segura, ¿Cuándo vimos esto?!!!” se repetía en mi cabeza como un
vals donde todos me miraban mientras yo intentaba recordar los pasos. No sabía.
No recordaba haber leído nada de eso ¡Horror! ¿¿¿Esta es mi sección, cierto?
Un alumno le entregó
la prueba a los 15 minutos diciéndole a la profesora que era imposible mentir.
¿Mentir? ¡¡¡Si para mentir necesito una base de verdad y yo no sabía a esas
alturas ni como me llamaba en sus 8 páginas de preguntas!!!
La entregué con el
llanto en la garganta. “Siempre digna” susurró una voz en mi cabeza y llamé a
Manuel para saber dónde estaba en cuanto salí al pasillo. Necesitaba un abrazo,
un “todo va a estar bien, no te preocupes”. Llegué hasta él que se encontraba
con Lore y Nico y sé que traté de explicarles lo mal que me había ido… solo
quería llorar, esa estúpida sensación de nudo en la garganta y pasaba a la risa
histérica cuando me imaginaba a mi misma intentando contestar, como si me viese
en una película, con las orejas de burro creciendo entre un enorme signo de
interrogación. No hubo abrazo. No estaba mi mamá… Mamá!!! Me senté en una
escalerita a llamarla y, en cuanto oí su voz las lágrimas emergieron como un
desborde de represa. Algo tienen las mamás que siempre calman, no importa la
distancia, no importa la situación. Hablé con ella incrustándome mi cruz de la
suerte como si en ello se me fuera la vida. Intentó calmarme diciéndome que aun
quedaban más pruebas y yo más lloraba. Cuando preguntó cuánto valía la prueba
poseída y le respondí un 40% solo dijo “chuta!” con voz grave en incredible
sorround. Si, ya estaba todo hecho. Que más daba. Si me sacaba un rojo
sangiento tenía un 40% por ciento de vale otro. Estaba de lo mejor retorciéndome en mi miseria
cuando Lorena me regala un rocklet naranjo, mis favoritos! “Ok, Claudia, no más!
Ya se acabó, límpiate las lágrimas y fin” me dije intentando adoptar un rol de
mujer madura. En eso, cuando ya respiraba más tranquila, recuerdo que tenía a
continuación la prueba de francés para la cual ¡Ni si quiera había tenido
tiempo de abrir el cuaderno! Adiós 6,8 de mi primera prueba, bienvenido 4,0…con
suerte! Agggghhhhhhttttt! Me arrastré a
la prueba de francés pidiendo un temblor, un insólito tsunami en Santiago, algo
¡Algoooo! Pero nada. Di otra prueba con orejas de burro y, esta vez, ya llorando
de frentón. Idiota, eh? Y no, no estaba en mis días! Típico que hay un pelotudo
que piensa que la tontera es hormonal. Es difícil de explicarlo pero no vine a
jugar a gastronomía. No vine porque no me de la cabeza para otra cosa o porque
no quedé en nada más. Vine porque me apasiona, porque es lo que me hace vibrar
y quiero esforzarme por ser la mejor. No me conformo con un 4,0 ni con un 5,0.
De 6,0 para arriba y estamos hablando. Nutrición me partió en dos y lo que más
rabia me daba es que había sacrificado francés por estudiar para esa prueba y
finalmente, había fallado en los dos ramos. Me fallé a mí misma. Cuento corto,
me fui en metro a casa, nuevamente con el nudo en la garganta hasta llegar a la
estación donde debía bajarme en la cual llamé a mamá de nuevo. Mas llanto, dos
guardias mirándome sospechosamente a mi lado con cara de hipo, 20 minutos más
tarde y otro llamado a Aly me calmaron totalmente. Etapa de resignación. Costó
pero llegó. ¿Qué mas sacaba con llorar? Ya había derramado toda mi pena.
El viernes pasado me
entregaron mi nota de nutrición y cuando vi que era un 4,5 se me doblaron las
piernas de los nervios .Salvé justo, con garras y dientes aferrándome a un paupérrimo 4,5 que a mí me sonó celestial. No era lo mejor pero al menos no era un rojo sangriento
como la mayoría de mis compañeros. Al menos Manuel me dio la razón de que la
porquería no estaba fácil (Y no quede como mina mega exagerada). Ja! Creo que
no sirvo para este ramo pero le daré la pelea porque no pretendo hacerlo de
nuevo. De solo pensarlo se me revuelve la pancita y los aminoácidos se ríen
maliciosamente de mí cuando digo esto.
Hoy me enteré que
tengo un 6,1 en tecnología (la primera prueba que di ese viernes nefasto donde
olvidé justificar las falsas) y en francés, la última de mis pruebas, un 6,0.
Digan lo que digan, creo en Los de Arriba porque ese viernes del terror,
cuidaron mi sueño. Realmente me cuidaron así que GRACIAS!!!. A esforzarme aun
más en esto para no aumentar la pega de mi ángel de la guarda y para que mi
cruz de la suerte no termine incrustada, una vez más, en la palma de mi mano.
Bonne nuit!!!