Las pruebas de cocina
me estresan. No es como en pastelería en que todo es medido, el gramaje
perfecto para una buena preparación. En cocina suele ser el arte de “al ojo”
con el reloj pisándote los talones!!! Tuve una prueba de esas el lunes pasado:
Pollo de grano relleno con duxelle, salsa a la mostaza, vegetales torneados y
glaseados mas papas duquesas croquetas en una hora treinta minutos.
Y señores, cada minuto vale oro.
La preparación para
esta prueba partió muchas horas antes del suplicio. Me junté con una compañera
a preparar el famoso pollo desgraciado la tarde del sábado para practicar el
deshuesado. Mi nana en cuanto vio los pollitos de grano (que gracias a Dios mi
amiga logró encontrar en el Jumbo por el módico precio de $2.500 aprox. cada uno!)
exclamó "¡¡¡Pero si parecen palomas!!!" Las dos la miramos y asentimos; por donde
se les mire estos desgraciados parecen palomas famélicas de alto costo. En fin,
nos dispusimos frente a frente en el mesón de mi cocina e inhalamos profundo.
Había llegado el momento de jugar con las bestias.
No sé cuánto nos
demoramos en el deshuesado de dos
pollitos cada una (calculo que por lo menos una hora y dos piscolas!). Debíamos
sacarle todo el espinazo y parte de los huesos de las patas intentando
conservar la mayor cantidad de carne al interior, sin romperles la piel y esas
cosas son tan, tan enanas que llega un punto en que ya no sabes en qué parte
del micro cuerpo vas, entre que lo vas deshuesando, lo vas girando, le vas
dando vuelta la piel y solo observas mas y mas carne perdiendo toda noción
original del plumífero. Los míos los daba vuelta para todas partes en la tabla
y miraba con desconcierto mis cadáveres pensando que simplemente, el día de la
prueba, no alcanzaría ni si quiera a deshuesarlo cuando ya se me habría acabado
el tiempo.
El primer bellaco fue un suplicio pero me sirvió para fijarme
más en su micro anatomía. Con el segundo aprendí (gracias a la desesperación)
que la mejor técnica era utilizar los dedos más que el cuchillo para separar la
piel de los huesitos pues así evitaba cortar carne y la delgada piel.
Los rellenamos y caímos
en la cuenta que no teníamos aguja para cocerlos. La solución improvisada para contener
todo el relleno fueron monda dientes y así fue que nuestros pollitos de grano pasaron
a ser pollo a la voodoo.
Todos los que comieron
lo encontraron deliciosos pero el comentario fue el mismo “Casi no tiene carne! Es solo relleno!”
Intercambié miradas con mi compañera. Lo sabíamos mejor que nadie!
Día lunes.
Día lunes.
Llegué al taller y
varios de mis compañeros ya corrían de un lado a otro moviendo las materias
primas de nuestra prueba. El profesor nos reunió a todos, dio las indicaciones
de la prueba Master Chef y empezó a correr el tiempo. Yo tenía todo fríamente calculado
pero mi orden de producción no contaba con la astucia de la U que no entregaba
para nuestra prueba el pan para la duxelle ni para las papas duquesas croquetas.
Improvisar, improvisar y botar mi esquema a la basura mientras me enfrentaba
nuevamente con el bellaco plumífero en cuestión sobre mi tabla. Tampoco contaba
con la astucia de mi profesor que designo mesones de trabajo dejándome justo al
lado de él (por lo que pensé inmediatamente que para colmo, vería lo torpe que
era deshuesando y toda la carne que le arrancaría en el proceso). “Nada que
hacer” me dijo uno de mis amigos imaginarios riendo entre dientes mientras otro
agrego “¡Estas jodida!” malévolamente. Inspiré profundo y partí. No me pregunten cómo lo hice
pero entre los dedos y aplicando fuerza y poco cuchillo logré arrancarle el
espinazo al diablillo sin romper la piel cuando mis compañeros aun luchaban por
iniciar el proceso. “Vas ganando tiempo” susurró el único de mis tres amigos
imaginarios que es positivo en estas cosas y logré sonreír cuando guardaba mi
pollito desinflado en el refrigerador para seguir con las otras etapas.
Como no me llegó el pan ni el pan rallado, todo lo demás fui haciéndolo a medias y el despelote caótico de que en clases te enseñen para una producción mayor y en las pruebas te reduzcan a un cuarto -con suerte- de receta hizo que yo improvisara todo “al ojo”. ¿Qué eran 50 gr de chalotas y 50 gr de cebollas? Bah… un poquito de esto, un poquito de esto otro, un chorrito de esto y vamos armando la prueba a lo que yo creía pertinente para no perder tiempo ajustando todos los gramajes con reglas de a tres. En eso que mi profesor exclama que nos quedan menos de 40 minutos para presentar nos avisa también que llegó el pan. Mis papas ya estaban cocidas y comencé a prensarlas para realizar la masa duquesa. Nuevamente recé que con las cinco papas, una yema y “al ojo” de mantequilla me resultaran. No tenía tiempo de cocer papas de nuevo y aun debía realizar la duxelle que, en hipótesis, debía ir fría en el pollo ¡Ja!. Saltear chalotas, cebollas, champiñones, apagar con vino blanco, pan, sal pimienta y listo! Rellené el ave diabólica con la duxelle aun caliente y al horno incrustándole el termómetro del horno para que chillara cunado mi paloma estuviera en 70 grados.
Como no me llegó el pan ni el pan rallado, todo lo demás fui haciéndolo a medias y el despelote caótico de que en clases te enseñen para una producción mayor y en las pruebas te reduzcan a un cuarto -con suerte- de receta hizo que yo improvisara todo “al ojo”. ¿Qué eran 50 gr de chalotas y 50 gr de cebollas? Bah… un poquito de esto, un poquito de esto otro, un chorrito de esto y vamos armando la prueba a lo que yo creía pertinente para no perder tiempo ajustando todos los gramajes con reglas de a tres. En eso que mi profesor exclama que nos quedan menos de 40 minutos para presentar nos avisa también que llegó el pan. Mis papas ya estaban cocidas y comencé a prensarlas para realizar la masa duquesa. Nuevamente recé que con las cinco papas, una yema y “al ojo” de mantequilla me resultaran. No tenía tiempo de cocer papas de nuevo y aun debía realizar la duxelle que, en hipótesis, debía ir fría en el pollo ¡Ja!. Saltear chalotas, cebollas, champiñones, apagar con vino blanco, pan, sal pimienta y listo! Rellené el ave diabólica con la duxelle aun caliente y al horno incrustándole el termómetro del horno para que chillara cunado mi paloma estuviera en 70 grados.
Mientras mi pollito
estaba en el solárium, empecé a darle forma de bastones a mi masa duquesa y a
apanarlos a la inglesa mientras, de tanto en tanto, verificaba mis
vegetales-intento-de-torneado en la olla. Papas lista, vegetales listos y me
faltaba la salsa cuando el horno disparó su alarma avisando que el pollo estaba
listo. Al abrir la puerta, mi pollo tenía el color de un albino a la sombra!!!
Por qué el termómetro indicaba que ya estaba en 70 grados si no tenía color? Mi
profesor me ayudó a volver a ajustarlo y me disponía a hacer la salsa cuando la
porquería del horno se disparo en su alarma chillona. Levemente con color ¿Qué diablos
pasaba? Al final me rendí. Rabiosa cual Shakira, dejé al pollo en el horno y me
prometí no sacarlo hasta que el ave desgraciada tomara tostado carioca!
Nuevamente me fui a los fogones para terminar mi salsa y freír mis papitas
cuando el profesor dice que se acerca la hora de término. Me muevo lo mas rápido
posible jugando “al ojo” con los gramajes de mi salsa y cuando veo que mi
profesor se apronta a darnos el grito final lanzo mis papitas al aceite y
retiro al fin mi pollo del horno hablando portugués. Vuelvo para ver mis papitas y refinar mi
salsa cuando el profesor grita “¡Tiempo! Apaguen fogones y muestren sus platos”.
Saqué mis papas del aceite levemente cafés, mi salsa sin refinar, mi pollo
perfecto y coloqué en el plato mis vegetales torneados sin salteado. Me faltó
tiempo, sabía perfectamente que mi nota no superaría el 4,5 sin esos pequeños
detalles culmines en cada ítem.
Miré a mi alrededor y
mis compañeros no estaban mejor que yo. De hecho todos teníamos rostros cual
frambuesas y las manos tiritonas al acercar los platos mientras recogíamos todo
lo que iba a lavado. Este es el momento en que el proyecto de chef se entrega;
cuando desocupa todo lo que tiene extra en su mesón y arrastra los pies hasta
los lavaplatos intercambiando plegarias con la entidad sublime en la que crea y
retos a uno mismo al por mayor.
Fui la última en ser llamada para que me
dieran mi nota. Me entregó la hoja de todos mis puntajes por ítem y fallé donde
ya sabía: un 5,2. No sé qué cara habré puesto que el profesor me alentó a que
era una buena nota para esta evaluación más compleja y con poco tiempo. Yo solo
roía para mis adentros que con 10 minutos más, mis papas hubiesen tenido el
color dorado perfecto, hubiese alcanzado a verter la crema en la salsa y
reducirla y saltear mis vegetales. Diez minutos. Traté de explicarle la
sensación de impotencia que sentía y me retó por ser tan auto exigente… pero si
no me exijo yo ¿Quién? Ah? Al final los dos nos terminamos riendo y yo volví al
sector lavado para terminar luego todo. No quise ni sentarme a comer, solo
quería salir pronto de la prueba, que no nos bajaran decimas por tardanza en el
proceso de limpieza y sacarme el disfraz. En algún momento sé que dije en voz
alta que quería una piscola y mi profesor me miró muerto de la risa del otro
extremo del taller. Puede que no sea el bebestible más refinado del planeta
pero a mí, en esos momentos tras el plumífero relleno, me sonaba a elixir de
dioses!
Que nervios!! y pensar que esa prueba la tengo el lunes!! además analizando el promedio de notas de los que la han dado no es muy alentador!! n.nU pero bueno!! trataré de mentalizarme para ir con la mente fría!!! aunque los nervios me carcomen!! xD practicaré el fin de semana para ver que tal! espero que los resultados sean buenos!!
ResponderEliminarSaludos y cariños Clau!!
siempre es entretenido, alentador e inspirador leer tus notas!! ^^