Pues si estimados,
llego marzo.
No sé ustedes pero yo
aun no lo puedo creer. Siento que hasta hace poco andaba pensando qué preparar
para la cena de año nuevo y de golpe aterricé en marzo con un enorme signo de interrogación que
engloba “¿Dónde están enero y febrero?
Mi amigo imaginario
malvado sonríe de lado a lado y con tono meloso responde: En la práctica.
De verdad que se me
pasó volando. Ahora con estos días libres me he puesto en frecuencia “Lista”.
Como una hormiguita comencé a redactar todas las cosas que tenía pendientes
antes de entrar a clases. Cosas tan tontas como ordenar bien mi pieza,
reacomodar mis libros, traspasar mis plantas a una enorme jardinera que me
regalo una tía que adoro con todo mi corazón (para eso antes debo comprar como
siete sacos de tierra, glup!), volver a prender el horno probando recetas, ahorro para un viaje, buscar restaurant para la tesis... si
lo ven, nada muy elaborado pero que me hacía falta para despejar el caos. Y
bueno, también porque no quería quedarme viendo el techo en casa ya que por lástima no me arrancaré a la playa.
Hoy desperté a las 7
pensando que mi cerebro no respeta ni los domingos. ¡Que desconsiderado! Me preparé un buen desayuno
con yogurt, granola artesanal y frambuesas, ducha y partí al gym (también
estaba en la lista, ven? Junto con perder 15 kilos y pensar en un corte radical
de cabello de esos que después te arrepientes durante meses y lloras frente al
espejo). Pensé que iba a ser peor, considerando que mis idas al gym fueron
nulas entre enero y febrero por dolor de espalda. No me morí en la trotadora y
tuve una salida muy elocuente de la bicicleta –Bridget Jones debería aprender
de mí-. Llegue a casa tan motivada que hasta lavé el auto, jardiné un rato y
lavé ropa; todo antes de las 12 del día.
No sé si me sirve
hacer listas para ordenar mi cabezota de estambres o en verdad esto de la alimentación
más sana va rindiendo algunos frutos energéticos.
Así que, como esto
trata de mi recorrido gastronómico, he de confesar que de un tiempo a esta
parte me viene llamando mucho la atención la alimentación vegana y vegetariana.
Creo que no necesito decirles yo cuánto influye las personas que nos rodean en
nuestros hábitos alimenticios. Hasta hace unos años siempre comía pan-con-algo
al desayuno y un café con unas gotas de leche. Luego salí con alguien que le
gustaba el yogurt con granola y frutas y, entre vuelta y vuelta, me dejó el
hábito de al menos 3 veces por semana comer eso de desayuno. Dos amigas son
veganas, tengo otros tantos ya vegetarianos y en verdad los veo bien, felices.
No vamos a hablar de los extremos que se rayan y ya no comen nada porque “te estás
comiendo a un ser vivo”, pero en general llevan una alimentación muy rica en
vitaminas, con gran aporte de fibra, comen mucho más fresco y usualmente también
sin tanta fritura. Mi amiga imaginaria responsable y aun mas inteligente que yo
no tuvo que darme un golpe en la cabeza para que yo exclamara “¡Eureka!”; tal
vez lo que a mí me falta es conjugar mas ejercicio y tratar de inclinarme por
esa onda más natural. Sería cínica decir que lo hago por conciencia animal… por
las pobres vaquitas, por las espantosas condiciones de crianzas de una planta
avícola o por el hacinamiento de los peces en las jaulas en el mar. Claro que
me dan pena y si yo tuviera que matar al cerdito, probablemente jamás me
llevaría un buen trozo de costillar picante a la boca pero somos lo que somos y
desarrollamos parte de nuestro cerebro gracias a ese consumo de carne en
aquellos años en que aun aprendíamos a dominar el fuego. Por eso tampoco diré
que me volveré vegetariana, vegana o activista de alguna ong... solo quiero
velar por mí. Ahora si de paso salvo a un cerdito, una vaca o un pollito pues
bienvenido sea. Tampoco diré que no comeré mas carne porque ahí ya sé cual es el rollo y el sentimiento de culpa y remordimientos que provoca ese inocente choripan con pebre en los "convertidos" si comen algo de lo prohibido. No quiero pensar que me vendrá a buscar la mafia vegana si oso a comer un pedazo de carne. No quiero sentir culpa por comer. Ya sé de eso bastante siendo mujer!
Tema aparte son los
chocolates. Son frutas. ¿Recuerdan lo que andaba circulando por FB? El cacao
crece en un árbol. Asunto zanjado.
Ahora lo que me
preocupa de esta opción de intentar intercalar o llevar una vida mas cercana a
los “come-ensalada” (con mucho cariño, eh?. No se enojen por el término) es justamente es eso: andar comiendo solamente
pasto.
¿A quién diablos en su
sano juicio le puede gustar todo el día comer pasto?
Y la cámara hace un movimiento rápido remembrando esos aburridos platos con lechuga, tomate, choclo re cocido y un pedazo de palta media oxidada... Y ese juego que muchos hacemos de escarbar en la ensalada como si fuera a aparecer mas sabor por magia...Si, el solo recuerdo de un plato así a mi también me quita las ganas de vivir!
Entonces salió ese ratón
de biblioteca que llevo adentro, la inalcanzable tozudez de la abogada que
corre por mis venas y el desafío culinario que representa empezar a jugar con
platos que no tengan solo pasto. O al menos, un pasto entretenido.
¿Cómo me va a ir? Pues
no lo sé. Ya me compré el Veganomicón que he ido leyendo lentito estos días,
muchas veces con cierta cara escéptica, otras como si descubriera la gallina
con los huevos de oro… perdón!, el brócoli con las bruselas de oro, otras
pensando si en verdad tendrá buen sabor y mil cosas más. Supongo que no se me
quitarán las dudas hasta que entre a la cocina con libro en mano a probar. Y de
paso es un buen desafío para mi buscar nuevas opciones sin todos los elementos
a los que estoy acostumbrada a poner mano cuando cocino.
Tal vez tengan razón
algunos al decir que siempre estoy haciendo algo y que parece que no descanso.
En verdad lo hago, me siento con un té a leer un libro, una peli o me voy de
parranda por ahí pero necesito buscar qué hacer, aunque sea cumplir con una
lista o probar nuevas recetas casi con el rosario en mano (no me vengan con
patrañas si en verdad el secreto de la vida está en la mantequilla!) para sentir que no se me va el día. Que hice algo aunque ese algo sea muy chiquito.
Así que eso, deseen suerte. Si tienen recetas que aportar me las envían por acá, al mail o por FB a ver qué
resulta de todo esto.
No puede ser tan
difícil ¿no?
Y mi amigo imaginario
malvado se mete la mano en los bolsillos y silva una tonadita mientras se va
alejando con una sonrisa burlona en la cara.
Los quiero!
No hay comentarios:
Publicar un comentario