Que heavy cómo pasa el
tiempo… ya casi es navidad! Andaba de compras para un pedido y casi me tropiezo
de lleno con una tarima de pinos de navidad!!! Fue un pestañazo y de
marzo salté a diciembre. ¿Será que me estoy volviendo vieja? Cuando era pequeña
los días se arrastraban y esos tres meses de vacaciones de verano parecían una
eternidad!!!
Vacaciones, eh?... (No, no pensaré en ello. Sospecho que este año no
tendré vacaciones pero eso, como dicen por ahí, ya es harina de otro costal) No
sé bien que escribir hoy. De pronto estaba tomando un café mirando el techo
tras 6 horas consecutivas de clases de inglés a un niño de 12 años cuando
recordé que hace mil años que no escribía nada y me empezaron a picar los dedos
de las manos. ¿Qué les puedo contar? ¡La semana pasada fue de locos! Un gran
matrimonio y con Ju estuvimos a cargo de los postres y para ello tuvimos que
cubrir una enorme lista de compras.
Solo existe un lugar para comprar ¡La Vega!
¡Todavía me llena de una exquisita ansiedad
partir para allá! Cada vez que voy me siento inmersa en un mundo nuevo en el
que siempre descubro algo que deseo llevar a casa para dilucidar cómo preparar.
Son tantos olores, sabores, colores que mi mejor forma de describirlo sería
como si explotara en mi cara una burbuja con lo mejor de este mundo! Unas zanahorias
dignas de un gigante, camino a otro puesto y tienen esos deliciosos y mutantes
champiñones que, de solo verlos, me los imagino rellenos con una persilada y
tocino asados en el horno. ¿Qué tipo de papas deseas llevar a casa? Si no está
acá ¡No existe! Es tan barato que no te duele empezar a comprar y seguir
comprando sin más. Todo increíblemente fresco que te seduce a la primera mirada.
Ya no me pierdo como las primeras veces entre
sus pasadizos abarrotados de frutas, verduras, carnes, congelados, especias,
restaurantes… y los puestos peruanos!, Oh esos si que me enloquecen! Reconozco
que desde que pongo un pie en la Vega me da un hambre del terrock que intento
mitigar con una botella de agua (que obviamente olvido en algún otro puesto
posterior). Y con Ju vamos diciendo “Mira eso!”, “¿Y si nos llevamos esto y
preparamos hoy…?” “¡Es para allá!” con un carrito a todo motor de tracción dos
manos con el que vamos golpeando los tobillos de los pobres a-mi-no-please que
se cruzan por nuestro camino. Creo que recién esta última vez que fui logré una
ruta de vuelta a casa conocida. Siempre sé llegar pero la vuelta…Uf! me
complica montones y voy con los ojos medios desorbitados rezando por acertar en
el camino correcto mientras esquivo a los peatones que se cruzan como si
estuvieran en medio de Nueva Delhi, los carros tirados por hombres con las
caras sudadas que se interponen en la vía como si fueran automóviles alocados y
los hoyos en el pavimento que en verdad son verdaderos cráteres a punto de
entrar en erupción. Ahí me aferro al volante mientras le pregunto cada 5
minutos a Ju “¿Era por acá?” y ella me
mira con los ojos como platos media muerta de la risa. Me gusta La Vega… sigue
siendo mi lugar mágico donde todo puede pasar.
¿No han ido aun? Zapatos
cómodos (zapatillas tanto mejor!) para caminar por un buen rato sin problemas,
botellita de agua, bolso o banano liviano (nada que haga peso en el hombro y
que resulte una molestia) y ganas de saborear nuevos productos como si estuvieran
descubriendo el mundo con cada uno de ellos. Si no tienen un carrito tipo feria pueden comprar uno
allá mismo porque ir acumulando bolsitas en las manos es fatal! Te van cortando
la circulación y te van poniendo idiota… eso me han contado cof cof…! Disfruten
de todo, pregunten hasta que les den puntadas y verán que hasta les dan nuevas
recetas para preparar “algo nuevo” que encontraron por ahí. Y si quieren elevar
su autoestima a mil en uno de esos días en que nada del closet parece lucir
bien, pues partan a La Vega! (recomiendo los piropos de los carniceros ¡son los
que me sacan carcajadas por mil!) Ya sé que anda todo un movimiento por
eliminar los piropos pero, si son graciosos, a mi me encantan y hasta el día de
hoy nunca he recibido uno malo allá.
También me sucedió la
primera vez que fui que, de solo dar la primera mirada, me sentí temerosa de
que me pudiese suceder algo; algún asalto o robo… es que es tanta gente en un
mismo lugar todos revoloteando al mismo tiempo! Pero la verdad es que nunca he
tenido ningún problema de ese tipo. No creo que sea el lugar para exhibir las
mejores joyas del sultán pero me siento segura ahí y eso que tengo un umbral de
cobardía bastante alto. Es extraño pero siento que hasta la misma gente que con
una sonrisa te atiende, te cuidan y chequean también el entorno.
En fin…creo que
encontré tema “sin querer queriendo” como dice un gran personaje por ahí. No me
queda más que invitarlos a que se animen a recorrer este enorme y pintoresco mercado
abarrotado de maravillosos ingredientes. Que se lleven de ahí las mejores
frutillas y esos tomates que de verdad saben a tomates de la mano con un enorme
ramo de albahaca! Tal vez, como me pasó a mi, terminen encandilados por este
maravilloso y típico lugar en medio de nuestro Santiago.
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