domingo, 11 de noviembre de 2012

De porotos granados "ahumados" y otras caídas...


Soy una fiel creyente que hay que contar lo bueno y lo malo. En estas últimas dos semanas he tenido un caos en la U por dos endemoniadas notas que me pesan como plomo en los zapatos: un tres y un cuatro cinco. Si… son mías y no las quiero. Desentonan. Siento que me fallé a mi misma y me llena de rabia. El lado positivo es que es rabia y no pena porque el enojo y la frustración me dan más energías para dar la pelea. La ira puedo transmutarla en energía, por último puedo decir “no me la vas a ganar”. De lo que no me había percatado es que hay personas que parece que les provoca felicidad mis dos notas. Eso me impactó. Cuando a alguno de mis amigos les va mal trato siempre de subirles el ánimo, llenarlos de confianza y buenas vibras para la siguiente prueba. Te caes del caballo y debes volver a subirte y tu misión como amigo es impulsar ¿no?; Erradicar los miedos, infundir coraje y esperanza. No le dices que será imposible subir esa nota ni le metes el dedo en la herida recordándosela. No te ríes en su cara. Y yo que pensé que había superado a este tipo de ratas sin alma en derecho… al final las bestias no distinguen rubro. Tienen algo bueno, no discriminan las muy malditas.

Así que aquí estoy, rumiando mis dos notas y trazando un plan de acción. El tres solo tiene una vía, más estudio. No queda de otra. La nota de Alimentación Colectiva está más complicada de subir porque este ramo tiene la “brillante idea” de pruebas grupales. Las encuentro nefastas porque el más flojo o el que no sabe y hasta el más lento se pueden colgar del trabajo de los que si corren y transpiran la gota gorda durante la prueba. El jueves pasado teníamos que preparar, como cuarto caliente, plateada a la cacerola (que iba con los porotos granados), corvina a la plancha, porotos granados, arroz pilaf, puré piamontesa, la sopa del día, ravioles con salsa alfredo y salsa bolognesa. Si no me equivoco éramos seis personas en cuarto caliente y cuatro horas para tener todo en el casino para atender ¿A cuántos? ¿Ciento cincuenta personas serán? Ese más menos debe ser el estimativo por porciones. Comprenderán que por volumen, es una prueba que podía complicarse.

 Yo me saqué el cuatro cinco de estúpida y  asumo mi responsabilidad (Aprovecho de decirlo aquí oficialmente para todos los curiosos que estaban tan interesados en saber mi nota. ¿Leyeron bien? Cuatro coma cinco!)  Mi cargo era parrillero 2 y junto con un compañero, terminamos preparando la corvina a la plancha, la carne a la cacerola y porotos granados para la prueba (nadie más quiso preparar los porotos y aunque no eran de mi cargo, la muy tonta los quise hacer). Dos chicas estaban haciendo puré en caja y lo hicieron tan mal que quedaron unos grumos del tamaño de unas albóndigas en la olla. Ante la posibilidad que nos bajaran a todo el equipo la nota, les dije que lo botaran y lo hicieran de nuevo.  Y así lo hicieron pero dejaron la evidencia del puré grumoso en el lava platos. Antes de que el profe pudiera verlo, dejé mis ollas de porotos granados en el fuego bajo  y dije que volvía en un par de minutos para lavarla y eliminar la evidencia. Craso error! Vuelvo  a los siete minutos a lo sumo y estaban todos en mi equipo mirándose las caras mientras comentaban que había olorcito a quemado. Corro a mis porotos y ahí estaban. Quemándose. Nadie los revolvió en mis minutos de ausencia y la pasta de choclo decantó para quemarse en el fondo. Me dieron ganas de azotarlos a todos con la cuchara de palo y luego azotarme a mí por estúpida. ¿Quién me mandaba a hacer los porotos? ¿Por qué no me preocupé de mis cosas no más?!!!  Por intentar hacer lo mejor para el equipo me salió el tiro por la culata. Era mi olla, mi responsabilidad y  eso lo asumo pero también recrimino a todo mi equipo por no atinar a estar pendiente de nuestras preparaciones y más aun, por sentir olor a quemado y no atinar a revisar todo lo que estaba al fuego.
Cuando nuestros profesores nos dieron el discurso final post prueba, sabía que no nos evaluarían bien. Mi equipo había fallado y yo me sentía más que mal de que mi desempeño afectara a las notas de mis compañeros. Tuve que pedirle a mi profesor,  delante de todos ellos, que mis porotos granados “con un toque ahumado” no afectaran la nota de mis compañeros. Mis porotos, mi error. No sé si se lo merecían o no pero lo hice igual. Ahí fue cuando vi los esbozos de sonrisas burlescas. Me tragué lo poco y nada de orgullo que me quedaba y recogí mis cosas. Mi profesor se acercó a mí y me dijo que esta prueba no lo hacía dudar de mis capacidades, que no debía al fin de cuentas, tomarlo como una derrota. Y ahí fue que la terminé de rematar: Generalmente no lloro de pena, lloro de rabia, de impotencia y por frustración. Mi profesor, que es un sol, me termina de decir eso para alentarme y las malditas lágrimas se precipitan al vacío y más rabia me da porque siento que muestro debilidad.  Aparte de quema porotos, débil!!!  Trató de calmarme pero yo no quería que me dijeran que estaba bien porque mi prueba no había estado bien, puedo dar más. No vine a ser una mediocre de medio pelo que se conforma con un miserable cuatro cinco. No recuerdo bien cómo me despedí de mi profesor, se me cortó la voz, solo sentía un nudo en la garganta y que necesitaba aire. Salir de ahí, quitarme el disfraz y escuchar una voz cálida del otro lado de la línea.

Aprendí varias lecciones ese día. Si me preguntan, preferiría no haberlas asimilado de este modo pero todo pasa por algo y sin duda que esta experiencia me marcará a futuro. “No siempre se gana” pero para conformarse con esa frase tienes que, previamente, haber jugado a ganador y haber  intentado todas las posibilidades.

So… Bring it on!!!

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