martes, 3 de marzo de 2015

Meter las patas a fondo: Receta de las hamburguesas veganas que terminaron siendo croquetas.

¡Ya! Lo prometido es deuda. Juro que esta vez tenía todas las intenciones de pesar todo (Si Karina me acordé de ti) pero este plato lo inicié ayer por la mañana antes de salir al gym y solo vertí los garbanzos en la olla de agua pensando, mientras tomaba las llaves del auto, “no importa, los pesaré cocidos” Ja! Lo siento de verdad lo olvidé porque mientras los cocinaba por la tarde-noche ayer limpiaba la alacena y me merezco todos los latigazos... Lo sé.

Shame on me.

El desafío era partir con recetas simples veganas para no terminar comiendo aburrido ¿no?. Pues hace un tiempo atrás había hecho unas hamburguesas de garbanzos pero les había puesto huevo. Ilusamente pensé esta vez, mientras molía los garbanzos ya cocidos, que quedarían con una consistencia apta para armar unas hamburguesas nuevamente. Pues no.
¡¡¡Nunca me quedaron con consistencia hamburguesa!!! Vamos por partes porque ya les estoy anticipando mi desastre. Y esto es para que vean que aun estudiando esto se meten las patas a fondo!

Cociné aproximadamente una taza de garbanzos. Claro, los dejé en remojo por casi 10 horas calculo y luego, pacientemente a fuego hasta que estuvieron blanditos. Usualmente ocupo la olla a presión pero como estaba de largo limpiando la despensa pues no me preocupé mucho por el tiempo. De otro lado, piqué media cebolla, dos dientes grandes de ajo y sofreí todo, sal, pimienta y deje enfriar. Mientras terminaba el sofrito, comencé a moler los garbanzos en la 1, 2, 3  y ahí vi que lo que obtenía tenía más consistencia de hummus que de hamburguesa. Diría que dije “¡Recorcholis!” pero en verdad solo maldije un “¡Mierda! ¿y ahora qué hago?!!!”

Mi amiga imaginaria responsable muy aplicadamente sugirió que debería haber comprado alguno de los espesantes que aparecían en el libro El Veganomicón. Pero claro “… como soy contreras tenía que meter las patas a fondo”. Y es verdad, miraba la pasta con rabia y pena. No tenía miso (de hecho en mi vida he ocupado miso!), lo único que tenía a mano era harina blanca e integral. Si le incorporaba harina a la mezcla en cantidades ya sabía de ante mano que el sabor podía alterarse drásticamente. Y ahí me quedé… mirando los ingredientes de la despensa recién limpia pensando cómo rayos salía del entuerto. 
En eso vi a una tímida bolsa de arroz asomar cerca de los fideos. Ya había metido las patas a fondo, qué mas daba agregar un poco de arroz a la mezcla para que espesara un poco y le diera mas consistencia. Así que cociné el arroz sin ningún secreto de por medio, esperé a que enfriara un poco y molí una parte hasta que vi que empezaba a tomar mas forma entre la pasta de garbanzos, el arroz y el sofrito. Ya tenía claro que no podría hacer hamburguesas porque no daba la consistencia pero ¿Qué tal si hacia croquetas? Como las que hacían en el restaurant en España donde trabajé el año pasado en  que las mangueaban y luego le daban un doble rebozado y taraaaan, asunto resuelto!

Me quedé mirando mi mezcla algo dubitativa aun.
¿Aguantaría rebozadas o me explotarían en el sartén?

Sé que en algún momento pensé “¡Qué más da, ya estás en esta: improvisa o bota a la basura pero al menos inténtalo!” Así que incorporé un poco de harina integral a la mezcla (Hasta el momento llevamos aproximadamente una taza de garbanzos crudos, media cebolla, dos dientes de ajos, unas dos cucharadas de arroz cocido y calculo que aproximadamente unas dos cucharadas de harina integral). Luego verifiqué sabor, incorporé un poco de ají color y agregue un buen poco de cilantro fresco picado. Ya. La mezcla estaba lista. En España mangueabamos las croquetas, se congelaban, se rebozaban, se volvían a congelar, se daba una segunda rebozada y ya estaban listas para congelar a su próximo consumo. Yo debía hacer lo mismo. Claro que yo no tenía una cámara congeladora como ellos allá que me permitiera manguerlas y dejarlas en muchas bandejas asi que opte por alusar dos bandejas que entraran en mi congelador con film plástico y con la mezcla hice formas circulares, estilo hamburguesas. Me salieron 7 unidades grandes.

Las deje en el congelador hasta el día siguiente. Hoy me enfrenté al siguiente dilema ¿Cómo hacía el apanado a la inglesa sin huevo? 
Nota importante: Apanado a la inglesa consiste en pasar un elemento por harina, luego por huevo y luego por pan rallado para crear una costra crujiente al ser frita.

 Ella, una vegana de tomo y lomo, ya me había dado varias pistas pero yo opté por alguna que había leído por ahí: mezclar maicena con un poco de agua hasta armar una pasta liviana y le incorporé sal, pimienta y un toque de merken para reemplazar el huevo.
Entonces, saque mis croquetas desnudas del congelador, las pasé por harina, luego por esta pasta de agua-maicena que reemplazaba al huevo, y luego por panko en vez del pan rallado. 

¿Por qué panko en vez de pan rallado?: me agrada mas su crujiencia y tiene una ventaja por sobre el pan rallado: usualmente si apanas algo con pan rallado al rato ya esta flofy...latigudo, pierde absolutamente la crocancia. Si intentas re calentarlo es aun peor el resultado, En tanto este maravilloso panko que lo puedes adquirir ahora hasta en el super, tiene la magia de ser muchísimo mas crocante y además, si lo recalientas en horno revive en esplendor su sonido de hojas otoñales al masticar. Ya me di una vuelta enorme por el panko...ya retomando: Pasé la croqueta congelada por harina, luego la pasta de agua-maicena y luego al panko. De ahí, directo al congelador de nuevo. Al cabo de un rato, repetí de nuevo el proceso pero saltándome el primer paso de la harina: mis croquetas ya con mas pinta de croquetas con abrigo nuevo llegaron de lleno a la pasta de agua-maicena y luego, nuevamente mucho panko por todas partes.

Aleluya. ¡Había terminado!

Mientras tenía todo este enredo en la cocina, preparaba un pescado frito con ensalada chilena para el Gato porque pensé que ni a palos lograría que comiera una croqueta, cocinaba betarragas, coliflor en un concierto de olla, tabla, pica pica, croquetas, limpia aquí y allá para que no volviera Don Caos y me comiera en dos tiempos.

Me lavé tantas veces las manos que terminaron como dedos de viejita para no cruzar el pescado con mis croquetitas.

La parte final y no menos importante es que es bien sabido que todas las cosas fritas que tienen un rebozado son altamente calóricas porque es justamente el rebozado el que absorbe el aceite. Y yo pensé en mi hora y media de trotadora/bicicleta de hoy y no, no lo quería frito 100% pero, si lo lanzaba al horno, el panko no quedaría nada bien. ¿Cómo solucionar el problema? Calente un sartén, un poco de aceite de maravillas y literalmente fue un minuto por lado y lado y lo apague. Luego trasladé la croqueta al horno a 180°c hasta que estuvo dorada. Así evite que siguiera absorbiendo aceite y menguó un poco mi cargo de conciencia.

El resultado final ya lo pudieron ver por la foto en FB pero si no es así, se las dejo aquí nuevamente.



Sería mas fácil decirles que todo me salió a la perfección a la primera pero para qué mentirles. La idea es que pierdan el miedo a la cocina y lo que parte inicialmente como una hamburguesa puede terminar como una croqueta ¿Qué importa? El disfrute y la creatividad en la cocina no tienen límites.


¡(Y el tenedor tampoco!)


Los quiero!

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