domingo, 18 de septiembre de 2011

Energía ancestral del Chocolate.



Me estoy tomando un descanso. En la cocina, enfriándose y en dulce tortura, dos biscochos de vainilla con trocitos de chocolate que esperan transformarse en dos bellas tortas de cumpleaños me sonríen invitándome a quedarme con ellos en vez de entregarlos. ¿Creen en el azar o que nada es casualidad? El jueves, cuando tomé este pedido, en cierta medida temía por él; ya saben… 18 de septiembre, asaditos, alcohol, caña (resaca o hangover…) y una chef media zombie podía traer más accidentes que aciertos al momento de poner las manos en la masa. Aun con todo, hoy desde las 8 am realicé el mise en place y a las 9 ya figuraba el primer biscocho en el horno liberando ese maravilloso aroma a cacao que hace que mi sangre corra más rápido.

De alguna manera y por absurdo que suene, creo que no fue casualidad que hoy tuviese que preparar este pedido. Supongo que de alguna forma necesitaba del poder curativo del cacao.

No les daré la lata de contarles historias del origen del xocolatl pero no deja de ser llamativo que tantas civilizaciones rindieran culto a los granos de cacao que fermentados, diluidos en agua, incorporándoles miel, chiles, harina de maíz y otros cruzaran fronteras deleitando, inicialmente, paladares en el nuevo mundo. Yo revuelvo mi frosting de chocolate bitter suavemente con mi cuchara de palo mirando como esta mezcla oscura y brillante emana remolinos de aroma cautivante. Cierro los ojos y vuelvo a llenar mis pulmones de la cura pensando que, si bien creo que nada pasa por casualidad, todo en esta vida es una opción. Y ¿saben? Hace tiempo que decidí ser feliz. Hace tiempo que me prometí que sucediese lo que sucediese, yo me limpiaría las rodillas y seguiría caminando. Revuelvo hipnotizada con el aroma y las ondas del chocolate percatándome que la elección hace días era evidente pero que solo ahora yo podía tomarla. Ni un segundo antes, ni un segundo después, todo sucede a su tiempo que “…es como un bicho que anda y anda” como dijo un grande del otro lado de la cordillera. Entonces todo en ese momento calzó. Apagué el fuego observando por unos segundos más el brillo del frosting como si de él, cual ritual que cose el alma, yo extrajera fuerzas para extender mi brazo derecho y finalizar el ciclo. Me saqué la cruz, mi amuleto de la suerte, aquel pequeño objeto de plata que me había regalado.

Simplemente no se puede forzar a alguien a que te quiera. Sonrío levemente pensando que jamás le dije esto pero, a estas alturas, el bicho ya ha caminado demasiado rápido y me debería bastar solamente con asumirlo.

Verifico que los biscochos ya estén listos para el relleno e inhalo profundo de nuevo para pasar el hilo del chocolate imaginario por el alma y desearle, con esta energía ancestral, la felicidad del mundo. Quizás soy extremadamente ilusa al desear esto pero creo que cuando quieres a alguien, quieres que sea feliz aunque esa persona no esté contigo.

Chocolate, chocolate, chocolate…

Tema del momento: Love remains the same de Gavin Rossdale.

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